La biblioteca de los susurros
En un pueblo pequeño, donde todos se conocían, había una biblioteca que nadie visitaba. No porque no tuviera libros, sino porque no era una biblioteca común. En realidad, nadie sabía muy bien qué era, porque la biblioteca no aparecía siempre en el mismo lugar.
Clara, una niña de doce años con una curiosidad infinita, escuchó por primera vez sobre la biblioteca de los susurros en un susurro que le llegó en sueños. Desde entonces, decidió encontrarla.
Una tarde lluviosa, mientras caminaba entre callejones mojados, vio una puerta de madera con tallados extraños que nunca antes había notado. Al abrirla, entró en una sala iluminada por luces cálidas que parecían bailar en el aire. Miles de libros flotaban, pero lo más sorprendente era que las páginas susurraban palabras al oído de Clara.
Se acercó a una estantería donde los libros tenían tapas de colores vivos. Al tocar uno, las palabras comenzaron a formar una historia solo para ella, una historia que hablaba de aventuras, de amigos y de mundos lejanos.
Cada libro contenía una voz distinta, y cuando Clara escuchaba, entendía que la biblioteca no solo guardaba historias, sino secretos, recuerdos y sueños de personas que alguna vez habían creído en la magia.
Pasaron las horas y Clara no quería irse, pero cuando la puerta comenzó a cerrarse, ella tomó un libro pequeño y blanco, sin título, y prometió volver.
De vuelta en su casa, abrió el libro. Para su sorpresa, no había palabras escritas, solo páginas en blanco. Pero cuando comenzó a escribir, las palabras flotaron de la página y se convirtieron en susurros que llenaron la habitación.
Comprendió que la biblioteca le había dado un regalo: la capacidad de contar sus propias historias y hacer que las personas las escucharan.
Al día siguiente, en la escuela, Clara compartió sus relatos con amigos y maestros. Sus cuentos eran tan vivos que quienes los escuchaban sentían que podían tocar los personajes y viajar a esos mundos mágicos.
La noticia se esparció, y pronto más niños comenzaron a buscar la biblioteca de los susurros. Pero, como siempre, la biblioteca solo se revelaba a quienes tenían la capacidad de escuchar.
Con el tiempo, el pueblo cambió. Las calles se llenaron de risas, las plazas de historias compartidas y el aire de un murmullo constante de voces que contaban secretos, sueños y esperanzas.
Clara sabía que la biblioteca no era un lugar fijo, sino un espacio dentro de cada corazón dispuesto a escuchar y creer.
Y así, la magia de la palabra siguió viva, escondida en susurros que nunca se olvidan.
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